Mary Richmond fue la inventora
conceptual tanto teórica como sistemática del Trabajo Social, la que formalizó
sus técnicas y contenidos, empezando
como administrativa en la Sociedad
para la Organización de la Caridad, dedicada a la filantropía y
todo eso antes de que las mujeres americanas tuviesen derecho a voto…
Nacida en Illinois el 5 de agosto de 1861 en
Belleville, Illinois (USA). Fue feminista sufragista, defendió en sus libros la democracia y la participación igualitaria enfrentando al autoritarismo y
el patriarcalismo; luchó por que se prohibiera el trabajo
infantil. Darwinista en
su pensamiento, pues para ella el trabajo social iba encaminado a conseguir la
adaptación de los/as clientes/as a un mundo y una sociedad que iría reformando
progresivamente.
Autora de varias obras, entre ellas, El Trabajo
Social de Casos Individuales, querido y criticado, a la vez, por
muchos profesionales por considerarlo pretencioso a la hora de perseguir
únicamente la adaptación de las personas al sistema social.
A mi parecer, el entorno se tiene también que
adaptar al individuo y no únicamente al revés, siendo para ello necesaria una
transformación social a través de la movilización y participación de las personas para conseguir un
entorno más favorecedor y entonces más apropiado para la adaptación.
Me pareció curioso que Richmond destaca la relación frente
a frente con el cliente a través de la palabra y la conversación, elementos
también del psicoanálisis, donde se genera una relación de confianza que a
veces puede ocasionar transferencia.
A pesar de que no hablara de ningún modelo teórico
para el Trabajo Social ya hacía menciones sobre lo que hoy conocemos como: “modelo
sistémico”. Para ella era fundamental estudiar todas las áreas que
afectaban a la vida de la persona y sobre todo sus relaciones personales y por
consiguiente, había que tomarse un tiempo en el estudio y
elaboración del diagnóstico dejando
al margen el papel de trabajador@s sociales como simples expendedor@s de
recursos y gestiones, es decir, conocer más al individuo y/o familia para
abordar mejor su situación.
Con respecto al diagnóstico
social, puntualizaba que, además de ser redactado y escrito en
papel, siempre se puede añadir nueva información, no necesariamente tiene que
ser cerrado y siempre elaborarlo en la acción que pueda beneficiar al/la
cliente. También recomienda, que para realizar un buen diagnóstico se vea al
patriarca, al padre o al marido ya que suelen acudir a los centros de servicios
sociales, mayoritariamente el género femenino. Ella citaba textualmente <hay que oír al hombre y a la mujer por
separado>; respecto
a esto, no lo veo del todo claro, salvo para situaciones límite como por
ejemplo que haya una violencia de género, un divorcio…pero considero que se
pueden citar tanto al hombre como a la mujer en una misma entrevista.
Repudiaba la burocratización y
por eso recomendaba un trabajo de cara a cara, es decir, de forma directa,
evitando cartas, correo o impresos de rellenar (siempre que fuera posible)
En hilo con lo anterior, es cierto que vivimos con
prisas y la gente quiere soluciones rápidas para
sus problemas como: un subsidio, ayuda económica y a veces, l@s trabajador@s
sociales contribuimos a que también sea así porque de esa forma nos quitamos de
manera más rápida el problema de encima pasando a otro cliente y reduciendo así
nuestro trabajo. Por ello. es hora de recapacitar y de tomar conciencia
de que no somos simples expendedores de recursos y que no tenemos que victimizar a
los usuarios y que para ello tenemos que hacer partícipe al usuario del proceso
de solución de su problema.
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